viernes, 14 de octubre de 2011

13. El vacío somos todos

Hola amig@s:
Siento que me haya tardado tanto en volver a comunicarme con ustedes. Probablemente ya perdí a todos mis amigos. Espero ser más constante, pero los acontecimientos parece que me dirigen, y yo no soy capaz de dirigir el camino que toma mi vida.
Me doy cuenta que mi relato no ha causado ninguna simpatía. Los entiendo. Sin embargo, no quiero defraudarlos, pero esta es mi historia y este es mi conflicto.
Empecé a escribir este blog, mi blovela, el dieciséis de marzo, cuando se puso en evidencia, también ante mis ojos, el absurdo de mi vida. Hasta este día había querido olvidarme de mi realidad, sentir que era libre, ajena a cualquier compromiso. Sin embargo, la verdad, como la culpa, tarde o temprano hace acto de presencia y nos desenmascara. No crean que yo pensaba mantener en secreto mi matrimonio con Alexis, pero en el entusiasmo de mi nueva relación parece que olvidé mencionarlo. Necesitaba transmitirles a ustedes la alegría del encuentro con Bruno y no deseaba que nada la empañara. Reconozco que esta relación es un error  y eso me crea una gran culpa; no fui capaz de poner un límite a tiempo. No voy a pedir perdón, porque como dijo Edmundo, debo hacer  “lo que más rabia me dé”. No puedo tener contentos a todos.
Me dirán que empecé este blog pidiendo apoyo, comprensión y opiniones, para tratar de asimilar todo esto y llegar a resolver de una manera adecuada mi vida, y ahora me molestan sus juicios. Pero entiendan, estoy en una encrucijada y no piensen que esto es fácil para mí. Tal vez, por el hecho de no conocernos, de no vernos las caras, de no hablar en persona, es difícil demostrar nuestros verdaderos sentimientos y lograr que los otros nos entiendan. El vacío somos todos. ¿No creen?
Ustedes ahora me desdeñan, sino todos, parece que la mayoría de los que yo llamaba amig@s, pero no crean que estoy orgullosa de mi conducta. No pude desperdiciar la oportunidad que la vida me daba de ser feliz. Me di cuenta de que algo me faltaba, sentía una gran ausencia dentro de mí y traté de llenarme con Bruno. Tal vez, me equivoqué. Es muy probable. Pero quise atreverme a vivir mis sentimientos. La mayoría de las mujeres no se atreven y rumian su tristeza y su resentimiento toda la vida. Aunque soy infiel, soy honesta. Parece un contrasentido pero para mí no lo es. ¿Por qué la hacen de tos?
Definitivamente, si no les agrada mi historia no tienen que seguir leyéndome. Yo continuaré con mi vida y con mi blog, les guste o no.
Y aunque ustedes me desprecien, como dicen por ahí: Dios sabrá perdonarme, es su oficio.
Un beso, Miranda

martes, 6 de julio de 2010

12. Como bien dicen: el alma necesita pocas cosas, el cuerpo muchas

Hola amig@s:

El viernes sucedió algo terrible. Bruno y yo siempre habíamos sido muy discretos, desde que nos hicimos amantes. Los días transcurrían sin sobresaltos, queriéndonos, y nadie estaba enterado. Pero un descuido terminó con nuestro secreto. Aun no puedo creer que Carolina nos haya descubierto besándonos en la reunión de su casa.

Ese día, llegamos todos a festejar el cumpleaños de un compañero. Cuando estábamos con el grupo, Bruno y yo actuábamos como simples amigos, nos relacionábamos más con los demás que entre nosotros. Todo iba bien y la fiesta estaba muy animada. Cuando sonó Embrujo de amor, varios amigos se acercaron a bailar conmigo. Acepté bailar con Alfonso y ya no me soltó por un buen rato. Nos dimos vuelo con Un montón de estrellas. Después vinieron Idilio, Lágrimas negras, y Llorarás. Más tarde hubo un respiro musical y aproveché para escurrirme hacia la cocina en busca de mi Gin and Tonic. Bruno vino detrás. Me tomó en sus brazos y me besó justo en el momento en que entraba Carolina. Nos soltamos inmediatamente y me sentí desfallecer. Bruno preguntó por el Volka. Yo abrí el refrigerador. Carolina se llevó una botella de Rohn y los tres hicimos como si no hubiera pasado nada.

El lunes después de clase mi amiga quiso hablar conmigo.

“¿Qué estás haciendo con Bruno? No entiendo. ¿No te importa destruir tu matrimonio? Y además, el cuate está bien pinche feo. Tu marido está mil veces mejor. ¿En qué piensas?”

Estoy muy preocupada.

Un beso, Miranda

lunes, 12 de abril de 2010

11. Aunque los escépticos digan lo contrario

Hola amig@s:

Decir no, a veces, es imposible, ¿no creen?

En esos días, Bruno y yo, tuvimos la oportunidad de hablar sobre nuestro primer encuentro y su actitud hacia mí, cuando apareció en la clase de Imaginación y poder. Todo fue un mal entendido. Se sentía celoso de los compañeros; además, se imaginaba que yo lo ignoraba y pensó que actuando distante haría que yo me interesara en él. Y tuvo razón. Todo eso ya lo hemos superado; actualmente el entusiasmo ha sido una constante en nuestra relación. Estamos felices, somos felices. No podemos dejar de besarnos cuando estamos solos. Nos deshacemos en palabras de amor, en caricias interminables, en besos violentos. Vivimos nuestro romance a escondidas de todos. La discreción fue un requisito para animarme a andar con él, y lo hemos cumplido. Sólo él y yo conocemos el secreto y esto vuelve la relación más íntima. Aunque es sólo el comienzo, no nos es posible estar apartados uno del otro ni un momento; nos necesitamos y vivimos nuestra pasión con entrega. Ha sido chidísimo. Por vez primera soy feliz, enormemente feliz. Bruno ha llenado mi vida de alegría.
A los escépticos que piensan que una mujer sólo puede ser feliz con un hombre mientras no lo ame, debo decirles que están equivocados.

Amig@s, espero que puedan alegrarse conmigo.

Un beso, Miranda

martes, 6 de abril de 2010

10. El amor es como el agua salada; cuanto más se bebe, más sed da.

Hola amig@s:
Siento que no han entendido bien mi relación con Bruno. Él no es un patán, como tu amigo Camila. Cuesta trabajo entender qué haces saliendo con un chavo de esa calaña. Tipos como este que describes sobran y sólo hacen infelices a las mujeres, además de meterlas en líos. Embarazarse de un fulano así es realmente triste.
Aunque Marcos opine que las mujeres somos desesperantes, así en plural, quiero aclararle que no todas somos iguales. Yo me sé cuidar. Además, Bruno es diferente, se preocupa por mí, me acompaña a todos lados, está involucrado en la relación, trata de hacerme feliz en cada momento y lo consigue. Tuvo sus malos ratos, que me afectaron profundamente, lo reconozco; pero, afortunadamente, ahora es otra persona.
Mi compañero es un chavo muy atractivo, no es nada feo, todas en el salón quieren con él y me da mucho gusto que se haya fijado en mí. Creo en el amor y no espero, como comenta Margarita, que en este momento de la historia, en pleno siglo veintinuno, un compañero de estudios tenga que proponerme un compromiso serio cuando todavía nos estamos conociendo. Vivimos ya el bicentenario de la Independencia, el centenario de nuestra Revolución, y cada día nos desayunamos con noticias de avances técnicos sorprendentes, como el hecho de que se han logrado acelerar partículas con energías similares a las que ocurrieron en el Big Bang, en el origen de los tiempos. No podemos vivir nuestra vida como en tiempo de nuestros bisabuelos que no conocían ni el teléfono.
Estoy de acuerdo con Anahí. Es necesario tomar control de nuestra vida y no permitir que sea el otro el que decida nuestro destino. Reconozco que me he dejado llevar por mis impulsos y no he sido capaz de poner un hasta aquí a todo esto. Desgraciadamente, mis emociones fueron más fuertes que yo; sin embargo, creo que ya es demasiado tarde para echar marcha atrás. Soy feliz y, por primera vez en mi vida, siento que he dejado de existir, para vivir realmente.
Con respecto a la culpa, creo que ésta es una parte esencial de la educación. Yo siempre me he sentido culpable. ¿De qué? preguntarán. De todo.¿Ustedes no? Supongo que estarán de acuerdo conmigo que es imposible vivir de espaldas a este sentimiento agobiador.  
Un beso, Miranda  

martes, 30 de marzo de 2010

9. La culpa la tuvo Nietzsche y su “Genealogía de la moral”

Hola amig@s:

Tienen razón en todo, pero no puedo controlar mis emociones. ¿Qué hacer?
Las cosas siguieron su curso, Bruno se volvió insistente, quería verme todos los días y a todas horas. Yo ya no estaba muy segura de mis verdaderos sentimientos. Me gustaba, lo apreciaba, me encantaba todo lo que me decía: que era el amor de su vida, que me quería, que no podía dejar de pensar en mí, que si no le hacía caso se iba a hundir en la más terrible depresión, que me deseaba, que estaba dispuesto a morir por mí, que por favor… Me llegó a decir que él había estado junto a Leonardo el día de la serenata y que le había dado gusto que yo lo hubiera rechazado:

“Es que le gustas a todos. Me dijo. No quiero que se me adelante un wey y perderte. Ya, hazme caso.”

Una noche, después de la última clase me acompañó a mi coche. En el camino me tomó de la mano y yo lo dejé hacer. Enseguida me pasó el brazo sobre los hombros y caminamos así, en silencio.

“Ya no puedo más Miranda, te juro que me traes loquito”. Bruscamente me beso. Esta vez no pude rechazarlo. El beso se suavizó y se hizo profundo como las sombras de esa noche. Estuvimos estrechándonos, fundiéndonos en un abrazo interminable. Así se inició una nueva etapa en nuestra relación. Nos escapábamos entre clases para besarnos entre los árboles, donde nadie pudiera vernos. Íbamos al cine y difícilmente veíamos la película. Primero fueron besos y después caricias apasionadas.

“No debemos. No debemos. Tenemos que olvidarnos de todo esto. Ya no debemos vernos más”. Le decía.

“Por favor”. Era su respuesta. Mientras la pasión seguía en aumento.

No podía dejar de sentirme culpable. Sin embargo, no lograba ponerle un fin a nuestros encuentros. La atracción que Bruno me despertaba era superior a mis fuerzas. Yo sólo me deshacía entre sus brazos como burbuja de jabón en las manos de un niño.

“Vamos a mi casa, por favor”. Insistía.

“No es posible, Bruno”.

El jueves cinco de marzo, se canceló la conferencia: Nietzsche: lo bueno, lo malo y la culpa en la Genealogía de la moral. Como salimos temprano, Bruno me invitó a tomar un café a su casa. Por primera vez, acepté. Sabía a qué iba y, a pesar de mis reparos y mis dudas, después del café y varias copas de vino para brindar por nuestro encuentro, la entrega fue total. Sentía que no iba a poder resistirme y así fue. Sus manos abarcando mi piel, su abrazo ardiente, el calor de su cuerpo, sus labios en mi boca, sus palabras de amor, arrasaron con todo. Ahora, ya somos amantes.

Y no puedo dejar de sentirme culpable.

Un beso, Miranda

martes, 9 de marzo de 2010

8. Soy donde no me pienso

Hola amig@s:

He tenido mucho trabajo en Filos, ya que, con todos estos conflictos, me he atrasado en algunas materias. Tengo que ponerme al corriente porque los exámenes ya están a la vuelta de la esquina. He estado leyendo sobre el Cógito Cartesiano: “pienso, luego existo”. Para Descartes, soy donde me pienso. Sin embargo, en este momento de mi vida, en que me encuentro perdida como un clandestino sin patria, empiezo a preguntarme si no será al revés, que yo soy justo donde no me pienso. En los últimos tiempos me he dejado arrastrar como un adicto hacia la fuente de su deseo. Siento que no dirijo mi vida y me da la impresión que algo dentro de mí debería decirme escapa, y esa voz no se deja oír; algo amordaza mi juicio. Sólo así me explico estar tan clavada con Bruno. Si la razón hablara me diría: NO. ¿Por qué me dejaré llevar por mis sentimientos, sin hacerle caso al cerebro?

Después de la fiesta de Carolina, Bruno estuvo distante un par de días y, de la noche a la mañana, su actitud cambió. Qué onda, pensé. Empezó a interesarse nuevamente en mí, me preguntaba cosas y actuaba como si lo que yo tuviera que decir fuera muy importante. Curiosamente, parecía que todos los compañeros también me apreciaban más. La amistad se dio y empezamos a hacer algunas actividades juntos; íbamos a la biblioteca, me acompañaba a buscar mi coche, me sorprendía en el salón con un café. Un día llegó tarde a clase con unas flores que me entregó ante la mirada atónita de todos, incluido el maestro. Me molestó, pero no me atreví a decirle nada; me di cuenta que estaba tratando de marcar lo que él consideraba su territorio.
Quería seguirme a todos lados, llegó al absurdo de acompañarme al baño y esperar fuera cargándome los libros. Me empezó a invitar al cine, a chelear, a tomar café, a donde yo quisiera y yo no me animaba a aceptar sus invitaciones; parecía que se habían invertido los papeles. Para mi sorpresa, se volvió insistente y yo esquiva.

En la siguiente reunión que hubo en casa de Carolina, trató de besarme nuevamente y esta vez lo rechacé. Se quedó desconcertado, también yo me sentía confundida y empecé a cuestionarme qué estaba haciendo el chavo en la clase de "Imaginación y poder" si no estaba inscrito. Bruno se había convertido en un rompecabezas para mí.

Un beso, Miranda

miércoles, 3 de marzo de 2010

7. Va creciendo esta tristeza en mí

Hola amig@s:

Debo confesar que duele escribir sobre todos estos momentos que destruyeron mi tranquilidad. No entiendo cómo caí en este rollo. Cada día me sentía más confundida por los acontecimientos que se salían completamente de mi control.

Bruno volvió a actuar de manera distante por algunos días, mientras yo me sentía cada día más indigna y culpable. Aunque fuera atractivo había dentro del grupo compañeros más guapos y, tal vez, más interesantes, pero él tenía un no sé qué difícil de definir. Mis preferencias las mantenía en secreto y estaba segura que nadie se había dado cuenta de lo que ocurrido en casa de Carolina. Sin embargo, algo debió notar ella que me dijo riéndose:

“Bruno está bien pinche feo, ¿no crees?”

En esos días apareció Leonardo. Era parte del grupo de amigos con los que yo salía. Empezamos a hacer una relativa amistad, comentábamos los temas del programa de clases, las tareas y los exámenes. Los últimos días lo había visto raro, un poco distante. Una noche recibí su llamada a mi teléfono celular.

“Espera un momento”. Me dijo. Y la música de los mariachis empezó a sonar.

De manera sorpresiva, una voz melodiosa y potente, me acariciaba. Preferí escucharlo encerrada en el baño y disfrutarlo a gusto:

“Así mientras el tiempo va pasando, va creciendo esta tristeza en mí,

Me muero por tenerte entre mis brazos, pero ya hasta tu huella perdí

Comprendo lo poco que yo soy sin tu querer, entre estas lágrimas,

Que nunca se acabarán, hasta que las seques tú.

Háblame, si vieras cuanto bien me haría oír tu voz

Hazlo ya, siquiera unas palabras y después adiós

El alma se me está haciendo pedazos…”

Era una canción de amor y dolor. Me sentí identificada, describía de alguna manera mis propios sentimientos, pero por Bruno. Pobre Leonardo. No sabía yo qué hacer con todo eso, sentía ganas de llorar también. Sin embargo, no estaba segura por qué o por quién. Tal vez, por mí misma. Durante esta curiosa serenata, sentada en el WC me di cuenta por primera vez que no era feliz, aunque siempre había pensado que lo era; lo tenía todo, no me podía quejar. Me había sentido afortunada y completa, hasta que la canción y la voz de mi amigo me hicieron aterrizar en un horrible desierto. La soledad, me daba cuenta, era la compañera más constante de mi vida. Todo era un engaño.

La voz de Leonardo, que llegaba a mis oídos, me enternecía hasta las lágrimas. Cuando los mariachis callaron, una tristeza terca se apoderó de mí.

“¿Podríamos tomarnos un café mañana? Quiero hablar contigo”. Dijo.

“No puedo, Leonardo, pero te agradezco mucho el gesto”.

“¿Por qué no puedes?”

“Te juro que no puedo. Buenas noches y gracias por la canción”.

Colgué sintiéndome nuevamente culpable y, entonces sí, me solté a llorar desconsolada. No lograba comprender por qué me estaba deshaciendo en llanto. Me miré al espejo y vi cadenas de lágrimas que se deslizaban por mis mejillas, como lluvia abundante en un día de sospechosa calma.

Leonardo se ofendió y no volvió a dirigirme la palabra.

Un beso, Miranda