martes, 9 de marzo de 2010

8. Soy donde no me pienso

Hola amig@s:

He tenido mucho trabajo en Filos, ya que, con todos estos conflictos, me he atrasado en algunas materias. Tengo que ponerme al corriente porque los exámenes ya están a la vuelta de la esquina. He estado leyendo sobre el Cógito Cartesiano: “pienso, luego existo”. Para Descartes, soy donde me pienso. Sin embargo, en este momento de mi vida, en que me encuentro perdida como un clandestino sin patria, empiezo a preguntarme si no será al revés, que yo soy justo donde no me pienso. En los últimos tiempos me he dejado arrastrar como un adicto hacia la fuente de su deseo. Siento que no dirijo mi vida y me da la impresión que algo dentro de mí debería decirme escapa, y esa voz no se deja oír; algo amordaza mi juicio. Sólo así me explico estar tan clavada con Bruno. Si la razón hablara me diría: NO. ¿Por qué me dejaré llevar por mis sentimientos, sin hacerle caso al cerebro?

Después de la fiesta de Carolina, Bruno estuvo distante un par de días y, de la noche a la mañana, su actitud cambió. Qué onda, pensé. Empezó a interesarse nuevamente en mí, me preguntaba cosas y actuaba como si lo que yo tuviera que decir fuera muy importante. Curiosamente, parecía que todos los compañeros también me apreciaban más. La amistad se dio y empezamos a hacer algunas actividades juntos; íbamos a la biblioteca, me acompañaba a buscar mi coche, me sorprendía en el salón con un café. Un día llegó tarde a clase con unas flores que me entregó ante la mirada atónita de todos, incluido el maestro. Me molestó, pero no me atreví a decirle nada; me di cuenta que estaba tratando de marcar lo que él consideraba su territorio.
Quería seguirme a todos lados, llegó al absurdo de acompañarme al baño y esperar fuera cargándome los libros. Me empezó a invitar al cine, a chelear, a tomar café, a donde yo quisiera y yo no me animaba a aceptar sus invitaciones; parecía que se habían invertido los papeles. Para mi sorpresa, se volvió insistente y yo esquiva.

En la siguiente reunión que hubo en casa de Carolina, trató de besarme nuevamente y esta vez lo rechacé. Se quedó desconcertado, también yo me sentía confundida y empecé a cuestionarme qué estaba haciendo el chavo en la clase de "Imaginación y poder" si no estaba inscrito. Bruno se había convertido en un rompecabezas para mí.

Un beso, Miranda

6 comentarios:

  1. ¿Porque las mugeres son tan desezperantes?
    Marco

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  2. ¡Basta! Dejen que Bruno y Miranda resuelvan solos sus indiferencias.
    Camila

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  3. Miranda:
    Ahora es cuando. Hazlo sufrir. Dale una sopa de su propio chocolate. Un abracín, Fito

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  4. Hola:
    Soy nueva por aquí. Miranda, pienso que te hace falta asumir el control de tu vida, escucha a Daniel. Parece que te ahogas en un vaso de agua.
    Déjenme contarles lo que me pasó un día, tiene que ver con el control:
    Estaba inscrita en una clase de natación que tenía como objeto entrenar al equipo de Pingüinos para participar en una competencia de triatlón. El grupo estaba dividido en niveles, y por ahí, a la distancia destacaban dos compañeros que además de fuertes y buenos nadadores eran bien rolleros. Los ejercicios físicos duraban hasta cerca del anochecer. Para mi suerte, resultó que un día, ya en mi coche, los dos me salieron al paso y me detuvieron con ademanes de policías de tránsito. ¿Cómo te llamas?, preguntaron. Anahí Giral. Perfecto, dijeron, y me invitaron a cenar, con otros compañeros, en un pequeño restorán en el centro de Tlalpan. Como ya era tarde había pocas mujeres y todos, no sólo ellos, se esforzaron en tenerme muy halagada. Al Oso, un cuate gordo y grandote no paraban de pedirle “ampolletas”: unas cervezas en botellas de dos litros. Él no terminó borracho, pero los demás sí. Probablemente no me despedí a una hora prudente y creo que me malinterpretaron. Pero, así me volví su amiga. Sus nombres, Sócrates y Roberto, el Bobi. Lo que vino después me hizo pensar que no puede uno andar por ahí bobeando sin ponerse las pilas. Luego sigo.
    Saludos, Anahí

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  5. Robottero, espero no dar la impresión de que mi vida es un buen chisme. Como dice Camila, yo solo trato de resolver todas mis "indiferencias". Pero no es fácil.

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