miércoles, 3 de marzo de 2010

7. Va creciendo esta tristeza en mí

Hola amig@s:

Debo confesar que duele escribir sobre todos estos momentos que destruyeron mi tranquilidad. No entiendo cómo caí en este rollo. Cada día me sentía más confundida por los acontecimientos que se salían completamente de mi control.

Bruno volvió a actuar de manera distante por algunos días, mientras yo me sentía cada día más indigna y culpable. Aunque fuera atractivo había dentro del grupo compañeros más guapos y, tal vez, más interesantes, pero él tenía un no sé qué difícil de definir. Mis preferencias las mantenía en secreto y estaba segura que nadie se había dado cuenta de lo que ocurrido en casa de Carolina. Sin embargo, algo debió notar ella que me dijo riéndose:

“Bruno está bien pinche feo, ¿no crees?”

En esos días apareció Leonardo. Era parte del grupo de amigos con los que yo salía. Empezamos a hacer una relativa amistad, comentábamos los temas del programa de clases, las tareas y los exámenes. Los últimos días lo había visto raro, un poco distante. Una noche recibí su llamada a mi teléfono celular.

“Espera un momento”. Me dijo. Y la música de los mariachis empezó a sonar.

De manera sorpresiva, una voz melodiosa y potente, me acariciaba. Preferí escucharlo encerrada en el baño y disfrutarlo a gusto:

“Así mientras el tiempo va pasando, va creciendo esta tristeza en mí,

Me muero por tenerte entre mis brazos, pero ya hasta tu huella perdí

Comprendo lo poco que yo soy sin tu querer, entre estas lágrimas,

Que nunca se acabarán, hasta que las seques tú.

Háblame, si vieras cuanto bien me haría oír tu voz

Hazlo ya, siquiera unas palabras y después adiós

El alma se me está haciendo pedazos…”

Era una canción de amor y dolor. Me sentí identificada, describía de alguna manera mis propios sentimientos, pero por Bruno. Pobre Leonardo. No sabía yo qué hacer con todo eso, sentía ganas de llorar también. Sin embargo, no estaba segura por qué o por quién. Tal vez, por mí misma. Durante esta curiosa serenata, sentada en el WC me di cuenta por primera vez que no era feliz, aunque siempre había pensado que lo era; lo tenía todo, no me podía quejar. Me había sentido afortunada y completa, hasta que la canción y la voz de mi amigo me hicieron aterrizar en un horrible desierto. La soledad, me daba cuenta, era la compañera más constante de mi vida. Todo era un engaño.

La voz de Leonardo, que llegaba a mis oídos, me enternecía hasta las lágrimas. Cuando los mariachis callaron, una tristeza terca se apoderó de mí.

“¿Podríamos tomarnos un café mañana? Quiero hablar contigo”. Dijo.

“No puedo, Leonardo, pero te agradezco mucho el gesto”.

“¿Por qué no puedes?”

“Te juro que no puedo. Buenas noches y gracias por la canción”.

Colgué sintiéndome nuevamente culpable y, entonces sí, me solté a llorar desconsolada. No lograba comprender por qué me estaba deshaciendo en llanto. Me miré al espejo y vi cadenas de lágrimas que se deslizaban por mis mejillas, como lluvia abundante en un día de sospechosa calma.

Leonardo se ofendió y no volvió a dirigirme la palabra.

Un beso, Miranda

8 comentarios:

  1. Aquí, poniéndome al día con el blog. Pero, en qué piensas Miranda. Estás sufriendo por un patán y no le aceptas un café a Pedro Infante. No manches. Oye, pásamelo. Consígueme su teléfono, por favor.
    Belinda

    ResponderEliminar
  2. Hola:
    Soy Jimena. Hoy tengo un poco más de tiempo y quiero terminar de contarles la historia de mi acosador que a estas alturas yo preferiría llamar mi admirador, mi fan.
    Fíjense que después de más de un mes de andar cargando con mi guardaespaldas al que ahora llamaba Rafa, un día fui con mi hermana a una fiesta en casa de mis vecinos. Mi guarura se quedó fuera esperando como siempre. De tanto traerlo de aquí para allá ya nos habíamos hecho amigos, hablábamos de todo, de su trabajo, que en este momento era yo, de su familia, del papá alcohólico, etc., etc.
    La reunión estuvo muy animada. En medio del entusiasmo me escondí con un amigo en el estudio de la casa. Para mi sorpresa la computadora estaba prendida con un mensaje: “Ya me tienes hasta la madre con tu guarura, parecen novios. Te conviene sacudírtelo. Te aviso que”. El mensaje estaba a medias. Me quedé como piedra leyendo y releyendo, hasta me olvidé a qué había ido ahí. De pronto entró Jorgito con un refresco en la mano y se quedó tan sorprendido como yo. Una luz me iluminó:
    Eres tú pinche enano, le dije. Cómo te atreves No, no, no entiendo a que te refieres, contestó él. Yo no soy. Entonces quién es ¿tú papá? Le pregunté. Te va a ir bien mal. No te la vas a acabar. Le voy a decir a Rafa y te va a partir la madre. No, te lo suplico, lloriqueaba él. Te juro que ya no lo vuelvo a hacer. No le hables no le digas nada a nadie. Por favor.
    Fui a la calle y volví con mi agente secreto mientras Jorgito salía disparado escaleras arriba. No comenté nada con Rafa. Era ridículo que un niño de quince años nos hubiera traído en jaque a mi familia y a mí durante todo este tiempo. Mi descubrimiento sería un secreto entre el mocoso y yo. Aprovechando que Rafael ya estaba ahí, estuvimos felices disfrutando la fiesta entre cervezas, cumbias y uno que otro beso.
    Bye, Jimena

    ResponderEliminar
  3. Miranda:
    Estás tan ocupada compadeciéndote a ti misma, que no eres capaz de disfrutar una serenata y la posibilidad de otra puerta que se te abre.... ¡Piénsalo!

    ResponderEliminar
  4. Bueno, por tomar un café tampoco pasa nada. O por lo menos un descafeinado para no ponernos nerviosos

    ResponderEliminar
  5. Oye Jimenita, me encantaría conocerte y perderme contigo en el estudio de tu vecino.
    Un abrazo, Apolodoro

    ResponderEliminar
  6. Si Bruno, además de rarito está bien pinche feo, cuál es tu dilema? Búscate otro.

    ResponderEliminar
  7. José, parece fácil tomarse un café con un compañero, y aquí no pasó nada; pero en mi caso el asunto no es tan fácil.

    ResponderEliminar
  8. Camila, que a Carolina le parezca feo el chavo, puede interpretarse como envidia, así es ella, laberintosa. Te aseguro que si conocieras a Bruno pensarías que es sumamente atractivo.

    Jimena que buen rollo te aventaste con tu historia.

    ResponderEliminar