martes, 2 de marzo de 2010

6. Más claro que el agua

Hola amig@s:

Veo que también a los hombres se las aplican. No es un privilegio de las mujeres. Tienen razón, debería de haber cambiado de actitud y olvidarme de Bruno, pero no pude.

Sigo:

Como les contaba, había decidido ya no ir a ninguna actividad donde participara Bruno. Estaba resuelta a olvidarlo. Era absurdo estar obsesionada por ese tipo. Si había cruzado un par de palabras con el susodicho, aparte de hola qué tal, era mucho.

Algo ocurrió el viernes veintisiete de febrero. Era una tarde asoleada con un molesto vendaval, típico del final del invierno en la Ciudad de México. Ese día, (cálido, cielo despejado, vientos de 20 km por hora, temperatura de 26 grados centígrados, humedad de 47%), Carolina, mi mejor amiga, hizo una reunión en su casa. Investigué quienes iban a estar ahí y Bruno encabezaba la lista. Pensé no ir. Sería firme. No se me perdía nada. Sin embargo, Carolina insistió y me pidió que le ayudara a organizar la fiesta. No nos preocupaba mucho la comida, pero la bebida era indispensable para que la reunión prendiera. Le pedimos a los compañeros que llevaran botellas, sobre todo de ron, vodka (que se había vuelto muy popular entre todos) y tequila. Hicimos mapas con la dirección del departamento y los repartimos. Carolina difundió que todos podían llegar con algún amigo para ambientar la pachanga que empezaría temprano, saliendo de clase.

“¿Cómo Volka y Rohn?”. Le pregunté a Ciro que llegó con dos botellas.

“Es lo que me dieron por $55 pesos”. Contestó.

“Órale. Pues a ver quién se atreve a beber esta basura”. Le dije.

“No hay pedo, no va a durar”. Y en efecto, antes de una hora tuvieron que ir por más.

Ahí estaba yo abriendo la puerta en casa de mi amiga, cuando Bruno llegó. Discretamente, me aparté para no enfrentarme a mi ignorador. Me senté en una silla de la cocina, ahí, apartada de todos, indecisa, sin saber qué hacer, y me serví un Gin and Tonic a escondidas, para que a nadie más se le fuera a antojar mi bebida. No quería compartir mi botella de ginebra.

¿Por qué me había colocado yo solita en una posición tan débil y desagradable? Hasta el carácter me estaba cambiando por culpa de este fulano. Yo no soy así. Tal vez, pensé, debía irme a mi casa o bailar con alguien y ningunearlo. Decidí acercarme a Carolina. Cuando salía de la cocina, Bruno apareció ante mí y suavemente me empujó hacía dentro. Mi corazón se precipitó. Sentí que se notaría mi turbación y fingí indiferencia. Este cuate es tan nocivo como una enfermedad terminal, pensé.

“He querido hablar contigo desde hace tiempo”. Me dijo, mientras un viento huraño rascaba la ventana.

“¿Cómo?” No lo podía creer. “¿Cuándo?”. Pregunté acosada por el calor que me invadía.

“Siempre, pero tú te me escapas. No me has dado una señal”.

“¿Una señal de qué?” Le dije incrédula. Empecé a sudar y tuve que quitarme el suéter.

“¿No te das cuenta cómo me traes? Estoy loco por ti. Te tengo metida hasta la médula. ¿No te das cuenta de nada?”. Repitió. Una ráfaga de polvo, golpeaba los vidrios del departamento.

Se está burlando de mí, pensé. Pero no sabía qué contestar. Ahora resultaba que yo no sabía leer sus intenciones, que eran más claras que el agua. Pensé huir.
“Tengo que irme”. Tomé la charola y me encaminé a la sala.

Cuando pasé junto a él, ante el refrigerador, me tomó del brazo, me quitó la bandeja, me acercó con cierta brusquedad y me besó en la boca apasionadamente. No podía creer lo que me estaba sucediendo en una noche cálida y de vendaval. Estaba yo en la asfixia total y sin ser capaz de articular palabra.

Acto seguido me dijo:

“Piénsalo”. Y se fue a integrar al grupo. No volvió a mirarme en toda esa noche de calor.

¡Qué onda! Quién entiende a este chavo.

Un beso, Miranda

6 comentarios:

  1. No es posible que te tragues ese rollo. El tipo es tan auténtico como el Volka y el Rohn que chupan ustedes. ¿En qué piensas? ¿No me digas que le creíste? Es puro choro. Te está cuenteando.
    Camila

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  2. Hola:
    Soy Jimena. Quiero seguirles contando mi historia:
    Estaba tan nerviosa con el asunto de mi acosador que no podía pensar en otra cosa. Quería descubrir quién era el desgraciado y deseaba con todas mis fuerzas que lo refundieran en la cárcel. Vivía en la depre y me daba miedo salir porque con toda seguridad en la noche me llegaría un mensaje describiendo mi ropa del día: el color de mi suéter, mis pantalones, mis zapatos y hasta el color de mis calzones. Lo más aterrador era que le atinaba a todo.
    Temía contarle a mi familia lo que me estaba pasando. Mi papá es demasiado celoso y seguro se iba a poner furioso conmigo.
    Una noche después de la cena hablé del asunto: un tipo me está acosando dije. Cuando supieron que yo había aceptado por internet una cita a ciegas todos se me echaron encima. Mi hermana dijo que yo era una puta Me hubiera gustado que le partieran el hocico cuando me insultó pero la dejaron hablar, estaban de acuerdo con ella y a la que le partieron el hocico fue a mí. Mi papá entre gritos, empujones y golpes me encerró en mi cuarto. Me dejó con la cara molida y me tuvo castigada durante una semana entera, recluida en mi cuarto; pero, al ver que iba a perder mi trabajo de contadora en la compañía de seguros me soltó y contrató a un tipo, un guarura que desde ese día me acompañaría a todos lados.
    El agente secreto, como él se decía, llegó con su jeta de gánster, vestido de negro con lentes oscuros y con una pistola escondida dentro de la chamarra. Se volvió mi sombra. Era súper incómodo. Me daba más miedo este cuate que mi acosador. En el trabajo no entendían que hacía ese güey parado bajo un árbol durante ocho horas. Le van a salir raíces, comentaban.
    Bueno, mañana le sigo. Ahora ya es tarde.
    Un beso a todos, Jimena

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  3. Jimenita:
    ¿Tu papá era muy celoso o demasiado celoso?
    Mira princesa, mi papá también era violento. No se cansaba de insultarme y repartir guamazos. Por eso me fui de mi casa terminando la preparatoria. Fue horrible. Mi mami lloró y lloró pidiéndome que no me fuera pero yo ya no aguantaba más, te lo juro. Primero trabajé en una taquería, pero era una chamba bien sucia, acababa lleno de aceite; después trabajé en una panadería y acababa bien polveado de harina, horrible, ¿no? Más tarde trabajé en una boutique de ropa para mujeres, muy chic, ahí sí estaba en lo mío; al principio fue de pelos. Llegué a tener clientas que sólo querían que yo las atendiera, les encantaba mi estilo. Uy. No me iba mal, pero después de unos años pensé que si no estudiaba algo iba a ser vendedor toda mi vida y ya me estaba aburriendo de hacer siempre lo mismo. Ahora pienso que a lo mejor me equivoqué, ahí estaba yo bien. Me metí a una escuela de diseño gráfico y, aunque ahora gano menos, los trabajos que consigo son más interesantes. Estoy en una editorial de libros infantiles y, eso sí, me encanta lo que hago. ¿Cómo ves preciosa? Si eres contadora ya podrías buscarte un mejor lugar para vivir donde no te golpeen. Por lo pronto sólo te digo: no te dejes, mi reina.
    Ojalá descubras quién se dedica a espiarte pero mientras, el que debería ir a la cárcel es tu papá. Denúncialo.
    Bye, Fito

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  4. Lesli:
    Te equivocas al igual que Toño. No soy lesbiana. Me gustan los hombres y no voy a cambiar de inclinación sexual. He tenido muchos novios, la hago bien con los hombres que en general me tratan súper bien y los disfruto. El tipo ese fue una excepción a la regla. Por favor no me esperes.
    Cintia Barrón

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  5. oye amiga, esa foto está preciosa.
    Jimena, Fito y Cintia no comentan nada del rollo de Miranda. que mala onda!
    yo pienso lo mismo que Camila, el chavo es puro choro. aléjate! seguro puedes encontrar algo mejor. si estas tan guapa como creo, yo me apunto.

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  6. Hola Gerardo:
    Gracias por tu comentario.
    Sí, estos blogueros están en su rollo. Así es esto. Pura ingratitud.
    Saludos, Miranda

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