viernes, 26 de febrero de 2010

3. La mirada del otro

Hola amig@s:

Quiero seguir adelante con mi historia:

Yo tenía mi grupo de amigos y en varias semanas Bruno, no sólo se había integrado, sino que se había vuelto el líder. Él marcaba el ambiente, decidía actividades, mangoneaba a todos y todas. A mí me ignoraba la mayor parte del tiempo. Sus verdaderos amigos eran los demás, yo siempre quedaba aparte. Recordé que es en la mirada del otro, como nos reconocemos. Y la mayoría de las veces, yo sentía que Bruno me acogía en su hostilidad, no en su aceptación. ¡Imposible reconocerme!

Era muy molesto el cambio que se dio con la entrada de este tipo a nuestra clase. Lo que más me perturbaba era que poco a poco se me estaba volviendo una obsesión, no podía dejar de pensar en él. Lo tenía incrustado en el cerebro. Continuamente me preguntaba, cómo había logrado volvérseme imprescindible si cuando lo conocí no daba ni un centavo por él. ¿Alguien entiende? Y para colmo empecé a soñar con Bruno. Que tonta, ¿no? Cuando no se presentaba a clase, ese día todo me valía un pepino. No sólo esa materia se volvía árida, también todas las demás. Y con el tiempo, no sólo lo que ocurría en la escuela era gris, también el paisaje que me rodeaba: la calle, los pasillos, los jardines de la Universidad, mi casa, todo. Era como vivir a la sombra, como caminar con la luz apagada.

¿Cómo pudo pasarme algo así? Me preguntaba y aún me lo pregunto hoy.

Un beso, Miranda

3 comentarios:

  1. Miranda:
    Dime con quién sueñas y te diré con quién no te acuestas. Quítate al fulano de la cabeza. Tú necesitas un hombre de verdad. Cuando quieras podemos conocernos. Soy leal, trabajador, buen partido y cumplidor. Si necesitas un galán, un héroe de los de antes, tipo Clark Gable en Lo que el viento se llevó, avísame. (Si no han visto la película busquen el DVD pirata a la salida del Metro). Pero si prefieres, también puedo ser un Humphrey Bogart en Casablanca, o un Pedro Infante en El inocente. Hombres hechos y derechos. A los actuales les falta sabor y consistencia, como a tu Bruno que no compite ni con Mauricio Garcés el Mauricio Galán de “Don Juan 67”.
    Soy fan de las películas antiguas y del buen cine. ¿Alguien en este blog tiene la misma manía? Aquí estoy para ti Miranda.
    Saludos, Ulises

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  2. Déjenme contarles una anécdota de algo que me pasó que no sé si viene a cuento:
    Fíjense que fui a una fiesta con una amiga y nos encontramos con dos compañeros de la Universidad, Matías y Andrés, con los que estuvimos bailando toda la noche. Cuando ya había poca gente nos invitaron a seguirla en un bar de la Colonia Roma. De ahí fuimos a bailar al Mamá Rumba. Yo me sé cuidar y cuando chupo me controlo, me hago guaje con una bebida y no pido más; pero mi amiga ya estaba hasta las chanclas y no paraba de pedir Daikiris. Además, se notaba muy lanzada con el wey. Cuando salimos a buscar el coche, esta parejita de calentorros, Rosa y Andrés, se nos perdían por los rincones. No lograban dar dos pasos seguidos sin darse unos besotes de aquellos. A mi compañero se le prendió el foco y quiso hacer lo mismo conmigo. Le dije que no. Me insistió, se puso pesado y trató de hacerlo a la fuerza. Le di un empujón que le hizo perder el equilibrio y golpearse la cabeza con un poste. La verdad, me dio mucha risa porque la cabeza del güey hasta sonó. Él se quedó muy serio y molesto. Eran ya las cuatro de la mañana y tenían que llevarnos a tomar un taxi de sitio o a la casa. Yo no quería que supieran donde vivía pero a mi amiga no le importaba. Ya en el coche hice un comentario insignificante y Matías, mi pareja eventual, sacó su enojo y me soltó un cállate idiota. Estuve a punto de decirle cállate tú pendejo, pero preferí verme tranquila y educada. Sólo grité: detente aquí. Lo hizo y me bajé inmediatamente del coche. Abrí la portezuela de atrás y ordené: bájate Rosa. A mi amiga lo que se le bajó de golpe fue la peda que traía, los Diakiris habían hecho su efecto y estaba medio dormida en los brazos del wey. No, cómo, aquí a media calle, no sabemos ni dónde estamos y es muy noche, dijo. Bájate, le insistí, a mí no me insulta nadie. No, por favor, suplicaba Rosa. Se dirigió a Matías y le dijo: Pídele que se suba. Mi pareja no reaccionaba. Pídele perdón, sugirió Andrés. Ante el reproche de todos, Matías finalmente mugió: te quieres subir, por favor. Después del pancho, llegamos sanas y salvas a la casa de mi amiga. Pero fue un desmadre.
    Por muy cuates que sean, uno no los llega a conocer hasta que anda de noche con ellos y luego: ¡Sorpresa! ¿Adivina qué? ¡Soy un patán! Mejor no te fíes, Miranda. No sabes nada de él.
    Un saludo, Camila

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  3. Mira Camila:
    Si andas de fasilota en la noche con dos cuates que no conoses bien, no te estrañes que te pase lo que te paso. Y di que te fue bien. Yo no diria que eran unos patanes por que asta a la casa las llebaron. Las que andan de locas son ustedes y luego resulta que los ombres son muy malos. ¡Uy! Te recuerdo la cansión:
    “Marieta no seas coqueta por que los ombres son muy malos, prometen muchos regalos y lo que dan son puros palos”.
    No se agan las muy desentitas.
    Marco

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